Han quedado impresas en mis dedos las letras gastadas de tu última carta, no sé si de verdad fue la última vez en que esos diminutos caracteres buscaban la eternidad o si eran mis ojos ya para ese entonces oceánicos quienes me engañaban y ocultos en el vacio hallaría los trozos de alma que me ofreciste en otro tiempo, de los cuales ya no quedan más que líneas y círculos polvosos e incompletos.
El espacio es infinito, libre en él vaga mi suicidio, hoy, ya perdonado. Polvo sideral y salvia fraguan las letras. En esta hoja, inmensa como el infinito no ha cabido ni la mínima parte del sol que te recito. A ti, solo a ti podría consagrar mi vida, mi muerte; a ti mi amada melancolía. La única casta en mi recuerdo, galante y altiva, al fondo de estas líneas, tu figura llora al viento mis amores, musa de mi dolor y Ariadna de mi destierro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario