A un día sin mortaja ni tregua que os cantara la
bienaventuranza de un campo de cedros y el velo del Nilo cantaré. Dedico este homenaje póstumo y tardío, que
cual promesa de amor canta un vuelco de flores y luminarias infames; y digo sin
más: promesa de llanto y presagio, la verdad de tu signo y encanto canto, -Adela
Segura Rojas- pude contemplar, no miento al decirte que en aras de un astro más
similar a un asteroide que a una
bagatela sencilla he resonado en negro la corchea de un tiempo similar al burdel
envite, y de é(e)l he calcinado la ignominia y toda faz de poca
entereza que habría podido mostrar, vamos, siendo tan sinceros como holgazanes
me has dicho sin más el abrigo que he sabido mostrar, a aquellos cuyas fauces
he sabido cuidar, a quien dar sin mirar lo perpetuo de mi sangre en ingenuo
valorar, que de mi pecho, bueno –quisiera pensar- como el néctar, mantener sin
añejar.
Y es toda la poesía que me sale, y no es que se agote en
arduo pensar, o dimita en sabio resonar, es tan simple como un pecado y tan
soberbia como el perdón la respuesta que acompaña este cantar –si es que poeta
he sido alguna vez- ausente, una discordia apocalíptica, un como quieras
llamarle en tu lejanía muda y terciopelica. Ignoro todo lo simple y virtuoso.
De no ignorarlo estaría contigo, en pleno sueño, en el “Son”
del estar, raquítico y convincente, de un ser cada vez tan cierto que incierto
seria de una vez por todas mi ser todo de una muerte avante.
atte: Ku
P.D: seguiremos aquí ( con todo el ímpetu de un punto
final).