sábado, 1 de noviembre de 2014

A mi hermano

A un día sin mortaja ni tregua que os cantara la bienaventuranza de un campo de cedros y el velo del Nilo cantaré.  Dedico este homenaje póstumo y tardío, que cual promesa de amor canta un vuelco de flores y luminarias infames; y digo sin más: promesa de llanto y presagio, la verdad de tu signo y encanto canto, -Adela Segura Rojas- pude contemplar, no miento al decirte que en aras de un astro más similar a un  asteroide que a una bagatela sencilla he resonado en negro la corchea de un tiempo similar al burdel envite, y de é(e)l   he calcinado la ignominia y toda faz de poca entereza que habría podido mostrar, vamos, siendo tan sinceros como holgazanes me has dicho sin más el abrigo que he sabido mostrar, a aquellos cuyas fauces he sabido cuidar, a quien dar sin mirar lo perpetuo de mi sangre en ingenuo valorar, que de mi pecho, bueno –quisiera pensar- como el néctar, mantener sin añejar.

Y es toda la poesía que me sale, y no es que se agote en arduo pensar, o dimita en sabio resonar, es tan simple como un pecado y tan soberbia como el perdón la respuesta que acompaña este cantar –si es que poeta he sido alguna vez- ausente, una discordia apocalíptica, un como quieras llamarle en tu lejanía muda y terciopelica. Ignoro todo lo simple y virtuoso.

De no ignorarlo estaría contigo, en pleno sueño, en el “Son” del estar, raquítico y convincente, de un ser cada vez tan cierto que incierto seria de una vez por todas mi ser todo de una muerte avante.

                                                                                                                          atte: Ku



P.D: seguiremos aquí ( con todo el ímpetu de un punto final).