lunes, 31 de enero de 2011

Ayer


El carmín espiraleo latiendo con fuerza, la Cibeles rendida implorando ardiente el deseo. Radiante el Urano sombrío complace su sueño con ecos resplandecientes, esperando una noche inmortal el gris se torna celeste y él; una vez más se aleja. Ella, fría, le contempla embelesada anhelando la bruna niebla que cubre su amor cada noche, aquellos instantes de calma en que se funden cruelmente desaparecen con la primera aurora centelleante. No les queda más que esperar el negro manto que hace de su pasión lunar iridiscentes realidades.

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