miércoles, 2 de marzo de 2011

Vértice


Hado cruel que mi vida despojas de su arista, lanza una vez más tú conjuro sobre estos ojos de mar qué extravío te imploran. A ti, con quien el sueño gusta huirse, pido la pella argéntea que de tus deseos presa compasa en la bruma el artificio ultimo que la memoria reduce. No tardes lo ruego, que a gotas de sed mi voz el silencio sofoca.

Ilusión encarnada, creación pretérita sin estampa ¡Muéstrate! Consume la herrumbre polvosa con halito royo de nube, y  sin hollín que tu huella señale, ni Ariel adivino que te nombre infame al instante ven a mí. 

Ligero principio que a la muerte sujeto su brillo sisa, auriga del relámpago que vive la sombra del sagrado linaje, consuma el pacto con la ofrenda que yace en tus manos.

Para siempre enterradas en la negra tierra, la noche constelada, el manto carmín de la cristal aurora, el flujo del éter y la boca purpura, callarán. Ausente figura ¡Hazlo ya! 

Espiga danzante que al céfiro entrega su fe, valsa con fuerza el último compas, gira, gira, gira voluta… redime la esencia con tu danza espiral. Magia intacta; en el  tiempo marchita, tiñe escarlata el hueco del Cid, de su pecho deseo, de su carne desprecio. Simple, tan simple como lo nulo, que insista lo absurdo, mundo sinuoso… Cabrilla espumosa que la forma ingenua sin tregua desluce, adhiere su ser al vaivén inagotable de la calma, disperso en el todo, serás, un soplo inacabado persiguiendo a la nube, indudablemente, pura.  

Espectro luminoso cual reflejo zarco de aristas incontables, ya más no ilusionas los brotes del iris sin doblez. Sea  blanca, negra, circular o corchea, la sorda voz del mundo a un tiempo me llama, a gritar por fin el silencio redondo del pasado más remoto, de la totalidad a sorbos devorada.

*****

A la intemperie sin nombre, en aquel lugar donde se extiende lo eterno, un hombre, guiado por las gotas brillantes que la pálida luna evoca, vaga distante en su mente anulada. 

Cautelosamente guiado, sereno deambula el diminuto instante del cosmos, tan seguro de sí, que a prueba pondrá su condición tras escuchar la hechicera voz que lo acecha. 

Débil tiempo que en alientos se consume, reclama tu sitio en todas partes manifiesto, que aun esclavo de cenagosa sangre has tu voz elevado y piedad has encontrado.  

Presente en lo alto la bóveda trueco, que francas tus plantas hallen lo andado, que a un tiempo, el adecuado, encontrar al tercero podría ser de agrado. No temas mortal, que es divino el decreto, y no hallarías nunca, en tu orgullo, plegaria que tal cobardía eximiera.

Cuestión de momentos, de retratos polvosos nuevamente nombrados, y débil, como siempre, cual dueño del mundo que cree ser, reniega el tartufo con toda su idiocia, convencido claro, que la verdad no contempla. Ignorados o no, su estirpe nunca podrá con tanto, dejémoslo al tiempo, oculto en su cubierta de sebo, perfumando memorias atractivas que olvidar. Diminuto ser…

*****

¿Qué ha sido de él? de aquel que orgulloso iba danzante y poeta por las sucias callejuelas hollando la estela de su raza ¿se atraganto a tiempo? 

No, que va… solo murió, digo no creo que eso sea tan importante, al menos para nosotros, que un loco de su clase exista o deje de hacerlo.

Nómbrale como mejor te parezca, no creo a un hombre de su condición el nombre le importe, dichoso él, que supo hablar a pausas y vivir sin recato, falto de la moral espuria que tú te jactas de tener.

Basta de  optimismo y alardeos innecesarios, que finalmente lo metieron a una caja, hermosa, si es que puede decirse eso, y lo terminaron de matar. Míralo ahí, inmóvil, deseoso y ahora… muerto.

Solo quien llora la pérdida de una aguja, la nube esfumada o el camaleón sienten la desesperación del sepultado, la desesperación de no ser olvidado, del retorcerse impulsivo a cada instante, quemado por amnesias exhumantes, ablandadores de la carne y demás pócimas delirantes. A los muertos no se les llora y mucho menos cualquier otra cosa, dejemos ya el tema, como él, muerto.

*****

Vida que te vas con la primer mirada, de verdad primera y sin recuerdo la segunda en memoria truncada, vuelve a poco mi cuerpo retoño de sauce. Vida valuada en el último instante, no cedas mis ojos al cruel demonio que mi cuerpo escupe cual sopa de pobre al suelo rancio, ahogando mi huella ultima. Lamentable conclusión para una vida tan elogiada, tentación maldita, siendo pecado de Dios como podría yo contigo terminar. Calibán disforme por Midas tocado, tu conjuro retorna, que este débil instante con una revelación fue aniquilado, dichoso el hombre que la verdad contempla sin saberlo ni pedir hacerlo, aquel infame que solo es hombre. Del mundo dueño, de sí muy poco, atrapado en un débil molusco, masticado va ingenuo hacia el píloro ojo que sediento lo absorbe. Yo, que imagine no imaginar, imagen soy, que mil ojos censuran, unos divinos, otros ateos, pero ojos, ojos y mas ojos. Hombre soy de miradas constructo, trivial a sus vidas, importante por una muerte repentina. Al mundo callado es preferible escucharlo sin atención, un secreto revelado y de pronto, ya no eres suyo, perteneces al éter terreno que los hombres respiran, vago y apenas recordado, ligeramente olvidado, te apresan. 

Mundo sin más, mundo reflejado, mundo de verdad. Ya no te deseo más, te olvido de mí. Te libero Dios de un pecado, te doy tierra mi cuerpo y ahora…
Libre de ilusión, el delirio con lágrimas imploro.

¡Llévame espíritu! 

2 comentarios:

  1. Para la musa de quien el delirio, con agrado a sorbos destilo, gracias.

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  2. Puedes empezar a leer esto, y cuando llegues aquí, empezar de nuevo...
    ¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo y no tengo ganas sino de mirar y mirar?
    Te suplico, óyeme hablar sin voz, oye lo que no he dicho.

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