jueves, 8 de marzo de 2012

Carbunclo

En este tiempo herrumbroso y apartado en que deben susurrarse las historias, y silenciadas por los gritos influyentes de la deformidad háyanse dispersas las figuras, hubieron de ser, desvanecidos, caóticos también, demandados por la era al microcosmos del devenir invariablemente estable.

Uno en el Otro. Extrañados, cual partículas reanimadas envueltas en vidrio, se miran.

Mudado el espacio, fantasmal en sus bocas, los rompe, y cada cosa, indeciblemente pequeña vive infinita un instante preciso, lejano.

Juzgue Diablo el trocado arcano que conjura el enigma de sus cuerpos en caricia, y muera presto el amor en su seno glorioso.

Que ellos, apartados en lo nuboso, en aquello inmemorialmente lapidado de piedad, en la entraña viva del estulto monolito de la humana Humanidad, se rozan, arden…se beben.

Inagotables.

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