No tiene fin este simbólico mundo ¿Qué es lo que hemos hallado? Unos cuantos despojos, que si queremos vernos románticos, Dios dejo para nosotros, para alentarnos a buscar eso que llamamos “verdad” y bueno… una vez que la tengamos ¿Qué haremos con ella? Contemplarla enajenados cual ateos renegados y radicales de tabla. Porque, finalmente, nuestro mundo no es el de las respuestas acrisoladas, beatificas, y así es mejor.
La vida beata me parece estúpida y pretenciosa, el arrabal, altanero, así que mezclo a conveniencia los destilados y que obtengo: la aburrida normalidad, ese juicio inconforme, al que todos, sin excepción alguna, imputamos ideales y necedades condicionantes de lo que probablemente sea “mejor” ¿mejor para qué? Más allá del egoísmo se halla la comodidad, es el confort aquello que todo ser “vivo” busca, creo haber encontrado en mi escasa vida seres a los que les era más cómodo el letargo que la acción, aquellos que niegan la felicidad y la vida porque, a mi parecer, no soportan el peso de las mismas, no están listos para lo que conllevan, quien esta listo de todas formas, no es cobardía, es confort. Entiendo por confort un estado, el del bienestar, y sin entrar en subjetivismos morales y percepción de hechos traducidos a sentimientos, ese estoicismo ridículo que reduce al mundo a percepciones y ve en él no más que sucesos trágicos y sufrimiento, debería voltear la mirada a una zona fuera de sí. Porque cuando el ojo es divino se ve a sí mismo, y no hallo en la verdad otra unilateralidad que no sea la de ser verdad.

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